Escribe: Juan Roberto Presta
Todos lo fueron a abrazar, lo subieron en andas y festejaron con él. Era el que más merecía esta Copa América, más que la selección Argentina en sí, que no la lograba desde hacía 28 años, cuando el equipo dirigido por Alfio Basile, le ganó la final a México en Guayaquil por 1 a 0 con una avivada del Cholo Simeone en un lateral que dejó solo a Batistuta. Fue la reivindicación para Lionel Messi al que en la Argentina le achacaban “no haber ganado con la selección”, aunque había sido campeón Mundial Sub 20 con solo 16 años en Holanda y medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008.
Un Messi que terminó de conquistar al público argentino recién en la anterior Copa América en 2019, también jugada en Brasil, cuando “guapeó” ante Chile y terminó peleándose con Gary Medel en casi una lucha callejera, con empujones e insultos. Hasta allí, una parte del público lo resistía y osaba llamarlo fracasado, por esas dos copas américas perdidas ante Chile y la final del Mundial. Fracasado al mejor jugador del Mundo, al goleador histórico de la selección Argentina con 75 goles, 19 más que Gabriel Batistuta (el segundo goleador) y más del doble de los 33 que hizo el mismísimo Diego Armando Maradona, con la celeste y blanca. Le decían que “no sentía la camiseta” al jugador que más veces la vistió en la historia (lleva 151 partidos) y que nunca inventó una lesión o dio un pretexto para no venir. Tanto lo cansaron que luego de marrar un penal en la final ante Chile, decidió renunciar a la selección porque pensaba que él le hacía mal, aunque a los tres meses lo convencieron para que vuelva.
Messi se merece tanto este “maracanazo” ante Brasil, como Ángel Di María, el autor del único gol de la final, del que decían que “se lesionaba a propósito en las finales”. Un Di María que en medio de su alegría dijo: “No termino de caer, es algo que soñamos tanto… Mucha gente nos decía que no volviéramos y nosotros volvíamos. Me di tantas veces la cabeza contra la pared, hasta que hoy (por el sábado) se dio. Se rompió la racha”.
Argentina es junto a Uruguay los mayores ganadores de la Copa América con 15 trofeos cada uno, pero en su historia tuvo muchos altibajos. Ya que ganó 11 entre 1921 y 1959, pero después pasaron 32 años para que gane en Chile en 1991 y en Ecuador en 1993 con un equipo dirigido por Alfio Basile y sin Maradona (que nunca la ganó) pero con Batistuta, Simeone, Goycochea y Caniggia, entre otros. La Copa América es la más vieja del Mundo, se juega desde 1916, como parte de los festejos de la Independencia de Argentina y es anterior inclusive a la fundación de la Conmebol. Aquí Brasil no lidera, sino que está tercera con 9 copas, aunque en los últimos 20 años repuntó y ganó 6 de esas 9 copas.
Volviendo al triunfo de Argentina fue la primera vez que ganó sin Diego Maradona en este Mundo, aunque dicen que su espíritu ayudó mucho a un Messi, al que siempre admiró y del que dijo que “en algunas cosas, en la cancha es mejor que yo”. Este triunfo también es un gran espaldarazo para Lionel Scaloni, un técnico joven y sin experiencia, que tomó la selección cuando nadie la quería agarrar. Cuando Simeone decía “No es mi momento” o Pochettino expresaba “mi vida está en Europa”, un Scaloni al que acusaban de haber traicionado a Jorge
Sampaoli, porque era parte de su cuerpo técnico y no se fue con el técnico, pero que siempre tuvo consenso entre los jugadores y demostró que no le temblaba la mano haciendo un cambio generacional donde dejó afuera de la selección a varias “vacas sagradas”, incluido el mismísimo Javier Mascherano. Un Scaloni que descubrió a pibes argentinos que no “tenía nadie en el radar”, como el “Dibu” Emiliano Martínez, un arquero de un nivel que hace acordar a Ubaldo Matildo Fillol, un defensor como Cristian Romero o un delantero como Nicolás González. Probó y probó, consiguiendo un equipo con equilibrio, donde los sobrevivientes como Otamendi, Di María, Agüero y el mismo Messi fueron los líderes necesarios para sus compañeros. Un Scaloni al que no se le subió el título a la cabeza y declaró: “Cuando todos tiramos para adelante, es difícil que no nos vaya bien. Los chicos entendieron el mensaje y al final lo conseguimos”.
Pero volvamos a la felicidad de Messi: “Es una locura, inexplicable la felicidad que siento, muchas veces me había tocado irme triste, sabía que una vez se me iba a dar, no había mejor momento. Este grupo se lo merecía de verdad, es algo impresionante, estoy muy feliz. Muchísimas veces soñé con esto. Se lo dedicó a mi familia, mi mujer, mis hijos, mis viejos, mis hermanos, que muchas veces les tocó sufrir, igual que yo o peor. Siempre nos tocó irnos de vacaciones y pasar varios días tristes, sin ganar nada, y esta vez es diferente”.
Messi sonríe, que es como decir que el fútbol sonríe y desde arriba, el Diego también estará sonriendo, aunque quizás le diga al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro que pronosticó un 5 a 0 en contra “vos también la tenés adentro”.